Pablo Zuriarrain: «Ahora lo que hago es para disfrutar, y huir de lo que ya he hecho»

Pablo Zuriarrain junto con alguna de sus esculturas. Foto: Luismari Núñez Urrezola

Pablo Zuriarrain: «Ahora lo que hago es para disfrutar, y huir de lo que ya he hecho»

Pablo Zuriarrain lleva toda la vida creando esculturas que juegan con las percepciones

Una de las pocas obras de Pablo Zuriarrain que tiene título se llama ‘Hondalea’, el fondo marino, como la escultura que hay en el faro de la isla Santa Clara de Donostia. Pero no se parece en nada, algo que refleja el modo de ver el mundo que tiene cada artista. Aunque se puede decir que la inspiración para hacerla fue la famosa obra, nunca la vio mientras hacía la suya: «Un día en la radio escuché una entrevista a Cristina Iglesias en la que contaba que estaba preparando ‘Hondalea’, una obra sobre el fondo abisal. Y pensé, si alguien sabe hacer el fondo marino soy yo», recuerda ahora.

En su obra, también se intuye el fondo del mar, pero de una manera completamente distinta. «Me inspiré en algo que me pasó cuando era pequeño con mi hermano, más joven que yo. Nuestra madre fue a trabajar y los dos fuimos a un lugar en el que había anguilas. Mientras yo miraba las anguilas, a mi hermano se le cayó una verja que había, y la impresión que me hizo, fue la que me empujó a hacer esta obra», explica.

Pablo Zuriarrain ha sido carpintero toda su vida, y por ello, la madera es el material principal de su obra, aunque también tiene esculturas de piedra o bronce. «Hay gente que piensa que esto lo hago después de jubilarme, pero no es así. Siempre he hecho esculturas. Incluso los trabajos que hacía en la carpintería para mí eran como esculturas, aunque no serían muy trabajadas», indica. Siempre ha tenido interés en el arte, así que cuando hace una obra nueva considera que «eso ya estaba ahí esperando» a salir.

De algunas de sus obras habla como Miguel Ángel de sus esculturas. «Esas maderas son restos, yo les he dado vida, que ya estaba dentro de la madera. Yo tengo herramientas, pero eso ya estaba dentro», subraya, mientras muestra una gota de agua de madera y una serie de esculturas en las que una hoja de madera parece salir del cuadro.

Quizás por ello, muchas de sus obras son casi como trampantojos que juegan con las percepciones, los puntos de vista, las luces e, incluso, el tacto. «Las obras que yo hago son para tocar», explica, y añade que «tengo algunas hechas con madera de secuoya, a las que se les nota mucho los anillos, juego con esa idea de reflejar el paso de los años».

Por su trabajo como carpintero ha tenido la oportunidad de trabajar con multitud de tipos de madera, con muchas de las cuales ha terminado haciendo esculturas: cedros del Líbano, secuoyas, roble americano, haya, cedro, etc. y en la mayoría con maderas macizas. «Cuando trabajaba con cedro en el taller me pedían que traería más, porque huele muy bien. Y además, a todas las maderas que son olorosas no les entra la polilla» También tiene algunas de contrachapado, «se puede trabajar igual, aunque primero tienes que hacer un taco grande encolando las capas, del tamaño de lo que luego va a ser la escultura».

Al hacer una escultura su objetivo es ser libre y no repetirse. «Ahora lo que hago tiene que ser para disfrutar, ser más creativo y libre, y huir de lo que he hecho», destaca. En su opinión, juega a su favor el hecho de no haber estudiado, «porque no he aprendido a aprender». En su lugar, destaca que «he visto muchas exposiciones y obras que me han gustado, pero siempre pensaba ‘yo esto no lo haría así’. Sé como no lo quiero hacer, a partir de ahí, todo el campo es libre».

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