Mikel Garaikoetxea: «El objetivo de ‘Espíritu nómada’ es también recuperar la filosofía del montañismo»
El montañero Mikel Garaikoetxea ha realizado un documental sobre el tolosarra Sheve Peña
Agurtzane Núñez
La montaña ha sido durante siglos el refugio y el objetivo de numerosos aficionados que han intentado superarse a sí mismos llegando a la cima. Entre todos los nombres, el montañero Mikel Garaikoetxea eligió el del tolosarra Sheve Peña, para dar visibilidad a una generación de montañeros que con medios más limitados conseguían grandes gestas, con un documental titulado ‘Espíritu nómada’.
Peña nació en Tolosa, pero recorrió el mundo gracias a su afición y a su condición física, que le permitieron superar algunas de las montañas más icónicas. «De joven ya era deportista, solía hacer atletismo con los hermanos Iguaran», recuerda Garaikoetxea, que presentará el documental, en euskera, el 25 de octubre en la casa de cultura de Belauntza. Eso sí, «de niño tuvo neumonía tres veces, por lo que sus padres le llevaron a diferentes lugares de culto para pedir por su salud, como San Antonio de Urkiola. De aquello, le quedó una profunda convicción religiosa que mantuvo a lo largo de su vida». Salió adelante y murió con 92 años, en 1999.
Hasta los 19 años la montaña fue un pasatiempo como otro cualquiera para Sheve, pero a partir de entonces, se adentró en el montañismo para pisar cimas fuera del alcance de la mayoría de las personas, y más en una época en la que los medios materiales y el transporte no eran como los de ahora.
«Ya en 1927, un año después, recibió la medalla de plata de la Federación Vasco-Navarra de Montaña por ascender el año anterior 60.624 metros», cuenta Garaikoetxea, que lo conoció por primera vez con 15 años, cuando Peña ya había ascendido al Kilimanjaro y otro montes míticos, y que después le acompañó en diversas salidas. Un pequeño homenaje «para manifestar mi respeto y admiración por un compañero de camino».
Conocido sobre todo por sus numerosas participaciones en la Marcha de las XIV Horas de Aralar, siendo uno de los que más veces lo han completado y uno de los pocos que estuvo en la segunda edición de la caminata en 1926, han quedado en segundo plano otras de sus gestas. «En 1963 ascendió al Duforspitze, del Monte Rosa, y el Breithorn, que repitió otras ocho veces; al año siguiente escaló el Cervino, con 57 años, y volvió con 59 y 67 años. Subió por primera vez al Mont Blanc con 58 años y después lo ascendió nueve veces, la última con 81 años…», enumera Garaikoetxea.
Pero también viajó fuera de Europa: «subió al Kilimanjaro, de 5.896 metros, con 60 años, y repitió otras tres veces, la última con 87 años, pero también otras cimas del macizo del monte Kenya próximos a 5.000 metros; el monte Ararat en Turquía, El Toubcal de Marruecos o el volcán Damavand en Irán». Fue el segundo vasco en ascender al Kilimanjaro, después de Andrés Espinosa que «ascendió en 1930 en solitario».
Eso sí, su gesta más importante fue en el Aconcagua, de 6.962 metros, en 1973. «Hizo récord de altura, ningún vasco había llegado a más de 6.900 metros antes. Pero había semejante tormenta de nieve que a 50 metros de la cima se dio la vuelta. Según dijo después, ‘fue como una inspiración divina, fue mi salvación. Si hubiera continuado, habría muerto congelado’», explica Garaikoetxea.
«En la expedición se encontraron con otros dos franceses, y uno de ellos, Rogers Itord, había intentado la cima como Sheve. A las once de la noche, llegó Itord diciendo ‘Je suis mort’, casi congelado. Pasó toda la noche masajeándolo para que entrara en calor, y al día siguiente bajó a buscar ayuda. Le salvó la vida», remarca.
Así, en el documental ‘Espiritu nómada’ Mikel Garaikoetxea aprovecha para poner en valor el espíritu del montañismo, que ve cómo se está perdiendo. «Mi objetivo es también dar importancia a la filosofía del montañismo, que es colaborar; no lo que hace la gente ahora, que van corriendo y es individualista total».
Pero además de en la altura, Sheve Peña también puso su mirada cerca de casa. «En 1953 creó la Travesía de las Cuatro Catedrales, que sólo han hecho dos personas más, Oskar Aldazabal en 2001 y Asier Irazabal en 2004. Salió de Bilbao hacía Donostia, Pamplona, Gasteiz y vuelta a Vitoria, con un desnivel de 7.400 metros, en 66 horas y 25 minutos». El mismo año en el que Hillary y Tentsing coronaron el Everest, «creó una meta solo para deportistas de alto rendimiento».
Su última participación en la marcha de las XIV horas fue en 1992, con 84 años. «Vivía en Bilbao, y ese año se alojó en un hostal en vez de en casa de su hermana, ya que a ella no le parecía bien que saldría en marchas de montaña a esa edad. Solía salir vestido de calle, para no levantar sospechas y que no le dijera nada», cuenta Mikel Garaikoetxea, que le acompañó en las últimas ediciones.
Unos años más tarde, en 1994, creó la fundación ‘Amigos montañeros de Tolosa’ para ayudar a la Casa de la Beneficencia, hoy en día Centro Iurramendi, para ayudar a los mayores. «Una vez me comentó que él había tenido la suerte de tener buena salud, y que quería ayudar a los mayores para que estuvieran bien atendidos, y creó la fundación con su aportación y la de otros montañeros y empresas tolosarras». A partir de 1997 la fundación lleva su nombre, y aunque hoy en día no tiene casi actividad, sigue en funcionamiento ayudando en el centro de mayores de la localidad.
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