Javier Gallo, un viajero apasionado por la montaña

Javier Gallo en uno de sus viajes. Fotografía: Javier Gallo

Javier Gallo, un viajero apasionado por la montaña

Javier Gallo lleva más de 50 años con la montaña como su segunda casa

Amaia Núñez Yarza

Aunque nació en una ciudad como Bilbao, desde que aprendió a andar su lugar de juegos fue la naturaleza y el monte. Sus primeros años en Lafortunada, un municipio de Huesca y, después, en la central hidroeléctrica de Bertxin junto a las 1.000 escaleras, por el trabajo de su padre en Iberduero, hicieron que Javier Gallo se aficionara a la naturaleza.

No es de extrañar pues, que con la mayoría de edad se hiciera socio de la Federación de Montaña, en la que continúa más de medio siglo después. «Estaba en el monte. Siempre he andado por ahí», resume. Hace un año recibió la insignia de oro de la Federación Vasca de Montaña por una trayectoria superior a 40 años ininterrumpidos federados. En total fueron reconocidos casi 500 montañeros.

Sus inicios fueron en el Euskalduna Mendigoizale taldea, donde dió sus primeros pasos en el montañismo. «Con 18 años fui con unos amigos al Perdido, que fue mi primer 3.000», recuerda. «Ese monte es una maravilla. Lo he subido 14 veces, algunas con esquís».

Su siguiente monte importante fue el Mont Blanc, al que subió en solitario. A partir de ahí, fue encadenando cimas y expediciones: al Cervino, al Tucal… «Al Cervino fui solo, subí desde Zermatt, en Suiza», recuerda, reviviendo el peligro que pasó «por falta de material»: «Hay una parte que es vertical y subir, subes, pero la bajada está complicada. Menos mal que me ayudaron unos ingleses. Ellos tenían echada una cuerda y me ayudé con la cuerda. Porque es más difícil bajar que subir. Bajas cansado y además es más difícil. Una cuerda fija te ayuda y te da una gran seguridad».

En aquellos inicios, también realizó una expedición a Noruega, Finlandia y Suecia con un grupo de amigos, de Andoain en su mayoría. En un mes recorrieron 12.000 kilómetros. «Hicimos Cabo Norte, que está dentro del Círculo Polar Ártico. Fue una bonita experiencia, pero no hicimos monte».

También ha organizado varias expediciones. Dos de ellas al Pamir, en Tayikistán. En el primer viaje en 1987 no pudo intentar el ascenso, por el fallecimiento de un compañero en un accidente. «Nada más empezar, en la aclimatación, nos pilló un alud. Se le rompió la barra que une a la cuerda fija y cayó un montón de metros». Por ello, volvió tres años más tarde, aunque tampoco pudo completar el objetivo: «me quedé a 7.000 metros, por fallo de alimentación, por falta de experiencia». En ese viaje dejó una placa de recordatorio en recuerdo de su amigo fallecido.

Al Himalaya cuatro veces

En su trayectoria de montaña destacan las cuatro expediciones que ha realizado al Himalaya. En tres de ellas solamente realizó trekkings, el del Manaslu, el del Annapurna y el de Gokyo. En la última, hace siete años, tenía como objetivo el Mera Central de 6.461 metros. No pudo ser, debido a la mala aclimatación que tuvo.

Por una parte, le afectó la comida, con muchas especias y picantes que Gallo no tolera bien. La mala alimentación se unió a las frías temperaturas, por lo que el día dispuesto para atacar la cima Gallo decidió no continuar adelante con el resto del grupo, vista la debilidad. «Me quedó una espinita, no sé si volveré».

Atletismo como entrenamiento

El entrenamiento para la montaña lo hacía con el atletismo. «Empecé a correr precisamente por el monte, para coger fondo», explica. Corría principalmente crosses populares. «He ido a todos los pueblos pequeños, era lo que más me gustaba», aunque también ha completado maratones, el último con 61 años; y también participó en el Mundial de Atletismo de Donostia. También anda en bici asiduamente, modalidad en la que ha participado en algunas competiciones a nivel aficionado.

Además de la zona oriental, ha realizado viajes a Latinoamérica. Ha estado en Perú y Honduras, donde aprovechaba su estancia para ascender algún monte de la zona. En estos casos suele realizar la estancia en casas particulares, donde también se sumerge en la realidad del día a día. «En Himalaya, al no hablar inglés no podía hablar con ellos».

Para el futuro, tiene nuevos retos en mente. «Tengo pensado volver a Nepal, a algún monte que he estado viendo. Cuando estuve en El Salvador, hay un volcán muy bonito de 2.000 metros; en Honduras hay un monte que he visto en fotos con nieve, de 2.870 metros…», enumera.

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