Plaza Mayor de Ordizia, el centenario de un icono
La cubierta de la Plaza Mayor de Ordizia se creó como una solución estética al problema meteorológico los días de mercado y se ha convertido en un seña de identidad
El 11 de junio se cumplirán 100 años desde que se inauguró la cubierta de la Plaza Mayor de Ordizia. Surgió para dar solución al problema de la lluvia para los puestos en el mercado. Un siglo más tarde, se ha convertido en uno de los símbolos, tanto de la feria, como del municipio.
Aunque el mercado semanal tenga más de cinco siglos de historia, no siempre se realizó en la plaza. Además, también tienen constancia de que se celebraban ferias en el municipio antes de la fundación de la villa amurallada en 1268, en el núcleo de fundación de la primitiva Ordizia que estaba en torno a la ermita de San Bartolomé, a pesar de no tener un día concreto.
Tras el incendio de la villa en 1512, recibió la Real Facultad para celebrar el mercado todos los miércoles del año por la Reina Juana I de Castilla. Ordizia era una villa amurallada con forma de elipse, con entradas a cada lado, llamadas Portal de Francia y Portal de Castilla. En un principio, el mercado semanal no tenía una ubicación concreta en ese núcleo urbano. «Algunos tenían la tienda debajo de casa, otros ponían una mesa delante de casa, un toldo…», explica Gema Lopez, del Centro de Interpretación D’Elikatuz de la localidad.
«Parece que el primer sitio en el que comenzaron a juntarse era un espacio que había al lado del portal de Francia», en lo que hoy en día es la plaza Nikolas Lekuona, frente al Palacio Barrena. «Un lugar de entrada y salida importante de personas a la villa y, sin ser una plaza, un espacio público en el que sí que se podían juntar los comerciantes que venían a vender, no los que estaban todos los días o los habituales».
La Plaza Mayor tampoco ocupaba el espacio que tiene hoy en día. En el centro de la calle Mayor que unía las dos puertas de entrada al casco, existía un espacio frente al Ayuntamiento, pero también había más casas, entre ellas el Palacio de los Lazkaibar Balda.
En 1859 ese edificio se quemó y desapareció, por lo que quedó un espacio «más grande» para la plaza. «A finales del siglo XIX, era cada vez mayor el número de personas que venían a vender al mercado y empezaron a pensar en hacer algo para proteger o guarecer los días de mal tiempo a estas personas». Con esa idea, incluso el propio ayuntamiento compró algunos edificios para darle forma a la plaza.
Es en 1909 cuando se menciona por primera vez en un pleno la posibilidad de hacer algo en la plaza, pero cinco años antes habían colocado la escultura de Andrés de Urdaneta y el trabajo para moverla de ubicación retrasa el proyecto hasta 1917. El consistorio encargó un proyecto de edificio destinado a mercado.
El arquitecto Antonio Agirre presentó varias propuestas. Algunas eran provisionales con casetas de madera desmontables cubiertas con toldos o toldos anclados a las fachadas. Una vez desechados, planteó un edificio más robusto. «Ahí tenía en cuenta algo que después José Gurrutxaga también planteó y era tener en cuenta el lugar y la parte estética», explica. A pesar de presentar varias propuestas, ninguna de ellas salió adelante.
12 metros de altura
Unos años más tarde, en 1924, el Ayuntamiento encargó al arquitecto donostiarra Jose Gurrutxaga el proyecto para la Plaza Mayor de Ordizia. «Remarca mucho la importancia de ser una plaza para el mercado, un lugar de compraventa de productos alimenticios, que hay que tener en cuenta la higiene, que haya una circulación de aire… pero también se plantea que la estética es importante», algo que no sería tan importante de estar en un lugar menos céntrico.
Su proyecto es básicamente el que conocemos hoy día: una cubierta apoyada en las menos columnas posibles. «Para no quitar la vista y la luz a los edificios colindantes eleva la altura a los 12 metros», indica López. Lo diseñó en un estilo clasicista que sigue llamando la atención de los visitantes.
En la mitad de la plaza el Arquitecto Gurrutxaga planteaba una entreplanta a media altura, «para que los días de baile se pudiera colocar la banda de música, en los días de mercado la policía municipal para hacer labores de vigilancia…». Esto finalmente no se construyó.
También incluía un lucero con una vidriera. Esta se encargó a la empresa francesa J. H. Maumejean, que tenía sucursales en varias ciudades, entre otras San Sebastián. «CAF hizo el diseño y cómo había que instalar esa vidriera. Tenía unas dimensiones de 3×4 metros y estaba dividida en 48 huecos de 0,5×0,5, tenía una cenefa decorada con motivos florales y frutales. Aparte de la cenefa, la vidriera también tenía esos motivos en el resto del diseño», explica.
La vidriera comenzó a tener problemas de filtración y, en 1958 realizaron unas obras para impermeabilizarla. «El arquitecto en ese momento, Joaquín Domínguez, decide quitar la vidriera. Consideran que el lucernario no es necesario».
Las obras del proyecto se aprobaron con un presupuesto de 133.999 pesetas a Francisco de Egia, que tenía un plazo de 4 meses, comenzando el 26 de mayo. Tardó algo más de lo acordado, por lo que tuvo que pagar una indemnización de 2.000 pesetas. Para financiar las obras el Ayuntamiento sacó unas ‘obligaciones’, una especie de bonos, que los vecinos compraban. El 18 de mayo de 1925 se aprobó la liquidación de las obras y se inauguró el 11 de junio de 1925.
Además de la estética, también fue «novedosa» la utilización de hormigón armado para la construcción, un material que era nuevo en aquella época. La escultura de Urdaneta se mantuvo durante algunos años en la plaza, aunque finalmente se trasladó al lugar en el que está en la actualidad.
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